miércoles, 21 de julio de 2010

PORQUÉ LA CRUELDAD DEL NARCO


En las portadas de los periódicos aparecieron la semana pasada fotografías de tres personas colgadas afuera de un centro comercial de Cuernavaca, Morelos. Antes de asesinarlas y exhibir sus cadáveres a los transeúntes, los asesinos lastimaron sus cuerpos con una crueldad escalofriante. Por desgracia, “los colgados” –como les llamó un locutor de radio–, murieron en una situación menos terrible comparada con las miles de personas que han sido decapitadas, castradas o descuartizadas por el narco en los años recientes.

Jon Lee Anderson, uno de los mejores periodistas del mundo, se preguntaba la semana pasada mientras caminábamos por Zacatecas, el porqué los narcos de México eran tan crueles. El reportero de la revista The New Yorker ha contado historias de guerras, asesinos y tiranos de casi todo el mundo, aunque nunca ha escrito sobre México. “En ningún lugar del mundo hay tanta crueldad como aquí”, dijo en algún momento de la conversación alguien cuyo espectro de vivencias va de ver de cerca a sátrapas africanos como Idi Amin o paramilitares centroamericanos de los años ochenta.

La duda de Jon Lee era sobre la razón por la cual la mafia mexicana asesinaba con tanta saña y no ajustaba sus cuentas internas con un simple tiro de gracia, como lo hacen otras mafias del mundo. ¿Qué podríamos responder a eso? Lo que habitualmente se responde, desde el punto de vista antropológico, es que en nuestra herencia prehispánica la idea de la muerte es un asunto especial, y al mismo tiempo bastante trivial, lo que influye hoy en día en la forma en la que los narcos tratan a sus víctimas. Pero varias de las culturas africanas y asiáticas, e incluso de algunas regiones europeas comparten la misma peculiaridad del pasado y no existe hoy en día en esas sociedades una crueldad equivalente con la de nuestros asesinos.

Quizá habría que mirar herencias más recientes para entender esa crueldad de los narcos mexicanos. En México la Policía Judicial se distinguió durante varias décadas de manera destacada por practicar la tortura no como excepción, sino como regla. En los setenta y ochenta, México tenía uno de los índices más altos del mundo en resolución de casos policiales a través de las confesiones de los supuestos culpables. No había investigaciones científicas, había detenciones.

De esos años emergió incluso un chiste que me contó un ex jefe de la Policía al cual sí respeto. Éste chiste giraba sobre un certamen internacional en el cual participaban tres policías: uno americano, uno francés y uno mexicano. A los tres se les pedía detener a un conejo. El primero en llevar el conejo fue el americano, tan sólo unas horas después; luego lo hizo el francés, un día más tarde. Del policía mexicano no se supo nada hasta la semana siguiente, cuando llegó con un elefante.

- Aquí está- dijo a los jueces.

- Pero ese no es un conejo, sino un elefante- respondió uno de ellos.

-¿Ah, no? Esperen- reviró para luego decirle al elefante- diles qué eres: “Soy conejo, soy conejo”, respondió el animal.

Las historias de la tortura practicada por la Policía mexicana durante varios años son escalofriantes. Me ha tocado leer demasiados testimonios y relatos de esa crueldad con la que se trataba a los opositores. La Policía no lastimaba y mataba a sus detenidos con fines científicos, lo hacía muchas veces por el mero acto de la crueldad.

¿Y de dónde vienen los narcos mexicanos que ahora han implementado una crueldad parecida en sus actos? Vienen precisamente de aquella Policía Judicial. Policía fue Miguel Félix Gallardo, policía fue Amado Carrillo y policía fue Osiel Cárdenas, por decir tan sólo algunos de los muchos narcos que salieron de esa entraña.

La crueldad actual de los narcos viene de la crueldad institucionalizada en la Policía mexicana durante las últimas décadas del siglo pasado para sostener un régimen autoritario y corrupto. Si Argentina o Chile tuvieran que lidiar como nosotros, con el problema del narco debido a una vecindad con Estados Unidos, seguramente la crueldad de los traficantes sería peor aún, ya que si el aparato represor mexicano fue despiadado, el de aquellos países fue infernal.

¿Por qué hay tanta crueldad? A veces estamos tan abrumados por esta realidad que estamos viviendo y dejamos de hacernos preguntas básicas que hay que responder pronto, antes de terminar avillanados todos, como avillanados están hoy los días.

www.twitter.com/diegoeosorno

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